NATURALEZA HUMANA – Diego Sztulwark


Neoliberalismo, micropolíticas y extractivismos



Diego Sztulwark participa de la editorial Tinta Limón, del blog Lobo Suelto y lleva adelante la columna radial Clinämen en el programa La mar en coche por FM La Tribu, es autor del libro Vida de Perro. – www.ciudadclinamen.blogspot.com


Sí, efectivamente hay un problema de caracterización en esta época sobre la fase del capitalismo actual. Sobre todo yo creo que a partir de los años ’90, con la caída de la Unión Soviética, el llamado socialismo real, hay una nueva geopolítica totalmente dominada por el capital, y se puede decir hoy algo con mucha claridad que en otras épocas costaba más, que el capital no tiene afuera. Es decir, no existe en ninguna parte, en ningún espacio, en ningún territorio, que podamos decir que esté sólidamente exceptuado de la regla del capital. Esto pone un problema para todos aquellos que sentimos que la existencia humana merece algo mejor que la vida bajo el capital. Cuando digo existencia humana, digo la existencia humana como decía Marx, extendida al cuerpo inorgánico de la naturaleza. O sea, la naturaleza como cuerpo del hombre. No me refiero al mito liberal de que el individuo pueda existir separado de lo real, separado de la naturaleza, separado de las especies animales y vitales, etc. Para todos los que nos rompemos la cabeza pensando cómo se hace esto, tenemos que aceptar que las resistencias al capitalismo son interiores al propio capitalismo. No hay un afuera liberado. Y eso lo vemos en el hecho de que toda la Naturaleza pasa a ser parte de la valorización capitalista. Cada vez más la ciencia y la técnica dominada por el capital reconstruye el tejido natural. Ya no tenemos el problema de la naturaleza que hubiera creado Dios. Es una naturaleza recreada por el capital.

Entonces el problema de la discusión con el capital es el problema de los modos de existir, es el problema de los modos de vida y por lo tanto, tiende a abarcar todos los planos de la existencia. Del plano estético a los planos orgánicos, a los planos de la salud, a los planos de la educación, a los planos del erotismo, y también al plano estrictamente político. Sólo que el plano político me parece está cada vez más obligado a pasar por estas capas de realidad, lo que llamaríamos la vida. Si la vida está en el centro del problema político, la vida está en el centro del problema del capital. Entonces, junto con esta transformación, hay un esfuerzo muy grande por tratar de comprender que la caracterización que Marx hizo del capital se adecuaba muy bien a un cierto período del desarrollo de las fuerzas productivas, en donde los llamados trabajadores eran una parte delimitada del conjunto de la población, que trabajaban una cierta cantidad de horas en un lugar de encierro con máquinas. Pero el propio Marx expresó su intuición de que en el futuro, no tan lejano, la ciencia y la técnica se van a convertir en las fuerzas productivas fundamentales, y eso es lo que estamos viendo hoy. Es decir, ya no hay trabajadores y no trabajadores, sino que la vida misma está puesta a trabajar. El lenguaje, la capacidad de atención, la capacidad de interpretación, la capacidad de codificar y decodificar, la capacidad de cuidar. Todo eso se ha vuelto trabajo. Es decir, la vida entera está volcada a esos ejes. El capitalismo está en una fase nueva. Yo creo que en el lenguaje político de los últimos años, hemos tenido la tentación de llamar al capitalismo, “neoliberalismo”. Esto yo lo hago a pesar de que, el neoliberalismo es un término ambiguo, porque nombra por igual la fase actual del capitalismo en donde absolutamente toda la vida está puesta a trabajar por el capital, y la teoría del valor se complejiza porque el valor trabajo es el valor conocimiento, es el valor cuidado, es el valor atención, todo lo que el movimiento feminista pone hoy en evidencia. Pero también el neoliberalismo es uno de los polos del capitalismo, porque el capitalismo siempre tiene momentos de compensación, en donde el Estado ofrece una porosidad mayor, una escucha mayor. Son momentos en donde los movimientos populares y las demandas son muy fuertes, y no hay posibilidad de gobernar y de construir la estabilidad social que el capital necesita para la acumulación, sin una mayor atención a ciertas demandas. Lo vivimos acá en la Argentina recientemente con el Kirchnerismo y en toda América Latina con los gobiernos llamados progresistas. Son gobiernos capitalistas, son gobiernos que no pueden transformar la matriz estructural neoliberal para nada. Sin embargo ofrecen una porosidad mayor. Entonces hay una ambivalencia del término neoliberal que, por un lado caracteriza el estado general del capitalismo y, por otro lado es uno de los polos del capitalismo. Lo estamos viviendo hoy en el gobierno de Macri muy claramente. La destrucción de todos los intentos de regular ciertos procesos, derechos sociales, que el gobierno kirchnerista había hecho, son destruidos en nombre de dos o tres cosas que importan, que es el Banco Central, la inflación, el Mercado Mundial, el Fondo Monetario Internacional…

Y al mismo tiempo sabemos que el polo neoliberal del capitalismo es el más verdadero, el más persistente, siempre es el más destructivo. Es una tensión del pensamiento. Yo creo que el neoliberalismo además es un concepto que tiene importancia porque permite entender que el capitalismo no es un fenómeno de tipo macro político exclusivamente. No es un problema que funciona en el nivel de lo que muchos años pensamos que era la política, que es el juego de los partidos políticos y el Estado. Sino que el capitalismo es también, y yo hoy agregaría “sobre todo”, una micropolítica. Porque si el capitalismo es una micropolítica, y esto en los años ´70 Foucault hizo un gran esfuerzo por plantearlo, quiere decir que nosotros tenemos unas estrategias vitales, también en el plano individual, en el plano de las parejas, en el plano familiar, en el plano laboral, en el plano de la paternidad, en el plano en la maternidad, de nuestra relación con la naturaleza, de nuestra relación con las cosas, con el cuerpo, con la consciencia, con el estudio, que es de cálculo de beneficio. Digamos, el neoliberalismo es una política de individualización, es una manera de crear la vida como individuos. Es decir, es una forma de crear subjetividad, de crear modos de ser.

A esa forma exitosa del neoliberalismo de crear a las personas por fuera de la vida comunitaria y colectiva, sino totalmente constituidas en torno a su interés individual, es un mundo en el que vivir es saber extraer ventajas, saber extraer la renta a cada momento de la vida de uno. Le corresponde como forma adecuada la empresa, o sea, todo se tiende a presentar como si cada uno de nosotros fuese una pequeña empresa o gran empresa. Consumimos modos de vida, consumimos absolutamente todo, consumimos amores, consumimos estéticas, consumimos, consumimos, consumimos. Creo que ahí el consumo se ha vuelto una dinámica central del capitalismo neoliberal. Se podría decir, estamos obligados a consumir y así somos consumidos por una máquina que nos hace trabajar.

Yo creo que el neo-extractivismo es una de las grandes operaciones que el capital pone en juego en esta fase del capitalismo. Creo que hay que comprenderlo de una manera ambigua, compleja. Porque por un lado son operaciones financieras, o sea, el capital opera en el plano de la finanzas, es el plano de las finanzas que alcanza su velocidad, su movilidad, su capacidad de desplazamiento, y es también el plano de las finanzas en donde logra mantenerse a distancia de las resistencias obreras, las resistencias comunitarias, de las resistencias indígena, de las resistencias de las mujeres, de la resistencia de los pueblos en lucha. Es decir, es un comando a distancia las finanzas. Permite capturar el valor producido por la vida a distancia, sin someterse a riesgos. O sea que las finanzas es el espacio donde el capital acumula poder en el que se mueve y extorsiona a las poblaciones. Pero al mismo tiempo, la extracción de valor que se hace de la vida es algo que a veces queda invisibilizado con la idea de finanza, como si la finanza se hubiera autonomizado y produjese un valor por sí misma, sin tener que entrar nunca en un contacto de explotación con la vida. Eso me parece una estructura cognitiva propiamente neoliberal. Creer que el dinero se reproduce sólo sin detectar cuáles son los momentos de explotación de la vida. Y yo creo que no se puede permitir que los relatos sobre las finanzas sean tan inocentes, y hay que hacer el esfuerzo de investigar para comprender cómo es el mecanismo de explotación. Y esos mecanismos de explotación, decíamos, no pasan ya sólo por la fábrica, pasan por la vida en general. Creo que en ese marco se puede ver qué es el extractivismo.

Me parece que podríamos decir del extractivismo dos cosas. La primera que en América Latina y en África, pero digamos en América Latina, las últimas dos décadas, se ha hablado sobre todo de extractivismo, para describir un proceso por el cual capitales que son muy fuertes a nivel del mercado mundial, extraen bienes naturales en función de la acumulación del capital, de la ganancia privada. Esto de por sí es una visión de fenómenos muy concretos, muy empíricos que pasan en toda América Latina, en algunos países con mucha violencia. Sea monocultivos, sea la minería, sea la energía, estos fenómenos son fenómenos muy violentos porque expulsan comunidades, son muy violentos porque son expropiatorios de modos de vida, de relación con la tierra, de relación con el medio ambiente, de relación con la naturaleza; es decir, son fenómenos muy violentos y de alguna manera recuerdan la descripción que Marx hacía en el capítulo XXIV de El Capital, sobre la acumulación originaria, no sólo la violencia estructural con la que el capitalismo todo el tiempo se relanza a sí mismo. Pero yo creo que el extractivismo habría que también pensarlo como operación todavía más compleja que esto. No es solamente una desposesión que sufren las comunidades, que sufre la naturaleza, sino que además es un modelo de extracción de utilidad común que también se aplica a las ciudades y a la cooperación social. Es decir, cada vez que hay un negocio inmobiliario, se extrae renta inmobiliaria, se está desposeyendo a las personas que arreglan su casa, que arreglan su barrio, que crean en el medio de la barbarie una civilidad, una vecinalidad, una amabilidad, se consigue casas con precios más bajos y se pueden embellecer… viene el negocio inmobiliario, expropia y vende. Es una modalidad. Es una modalidad de explotación de los territorios, en el campo y en la ciudad. Es una modalidad de expropiación de conocimiento a los pueblos indígenas y de la cooperación intelectual en la ciudad. Es decir, las finanzas se especializan cada vez más en ser dispositivos de captura de la cooperación social, de la vida como tal y de traducción de ese fenómeno extraordinario de valorización colectiva, en formas de desposesión y de apropiación capitalista. Creo que esta es la imagen de lucha de clases que deberíamos tener y es una imagen de lucha de clases que no puede dejar ya afuera el plano de los modos de vida, de las pulsiones comunitarias y de los modos de la relación con la naturaleza.

Así que creo que el extractivismo es un marco, porque me parece que ahí hay que tener cuidado con una noción de extractivismo que se vuelve un poco estrecha, creo que eso viene mucho de las ONGs del norte, la preservación del medio ambiente como separado del problema de la tensión sociocomunitaria. Creo que hay que hacer un esfuerzo por integrarlos. Y también evitar una visión moralista del extractivismo que se funda en la idea de condenar el consumo. En general, el extractivismo, en los últimos años, sobre todo en los gobiernos progresistas de América Latina, vino acompañado de una intervención del Estado que captura un poco de la renta y la distribuye para el consumo. Entonces, aumento de consumo y extractivismo fueron como las dos variables que permitieron que esto se sostenga. Hay que evitar, creo, la crítica moralista al consumo, que también lo veo como una crítica que viene de la intelectualidad de los países más desarrollados del norte al modo en que China y el Sur se incorporan a un modelo de consumo capitalista, elaborado por los países capitalistas, y es un intento por seguir manteniendo la regulación en que la pobreza general, se mantenga por fuera… Yo creo que esa no es la crítica, la crítica no puede ser ni una culpabilización al consumo de los pobres, ni puede ser un preservacionismo de tipo cristiano de la naturaleza. Tenemos que hacer un esfuerzo muy fuerte por recuperar lo que decía Spinoza de que Dios es la Naturaleza y la Naturaleza somos los cuerpos que engendramos vida. Entonces lo que hay que ponerse a pensar es qué maneras de engendrar vida son más múltiples, más potentes, más ricas y desde ahí poder enfrentar el problema del extractivismo, que es el problema de nuestra época.