NATURALEZA HUMANA – Eduardo Musacchio


El maíz como alimento de culturas y como mercancía



Eduardo Musacchio es docente de la Cátedra de Génetica de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, forma parte del área de Agroecología de la misma facultad. Pertenece al grupo de estudio y trabajo con comunidades indígenas en Formosa. – www.getqom.blogspot.com


El maíz es el cereal de los pueblos originarios del continente americano. El maíz es el cereal que usaron los pueblos originarios hace miles de años. Fue siempre la base de la alimentación y una parte muy importante de la cultura, y se cultivó desde Mesoamérica por los Olmecas y los Teotihuacanos hasta la región andina de Sudamérica por los Incas y Quechuas. El origen del maíz se remonta hace 9.000 años aproximadamente en lo que hoy es el territorio de México, y proviene de otro cultivo antecesor mucho más rústico, el teocintle que tiene unas cubiertas muy duras que lo hacen incomible. Los pueblos originarios empezaron a seleccionar a partir de este cultivo antecesor, y llegaron a lo que hoy conocemos como maíz. Desde lo que hoy es el territorio de México que es el centro de origen, se difundió al resto de América, ingresó a América del Sur inicialmente por las tierras bajas y después fue llegando hasta Los Andes. La agricultura indígena que fue la que garantizó que estos maíces originarios lleguen a nuestros días, fue poseedora de muchísimo conocimiento práctico y de ecosistemas locales, y usó técnicas de cultivo muy variadas, algunas de ellas muy sofisticadas. Por ejemplo, las chinampas y milpas en México, las terrazas y sistemas de irrigación de los Incas; los waru waru también en la zona andina o la agricultura de Roza, Tumba y Quema en las zonas más tropicales. Toda esta diversidad de ambientes, de formas de cultivo y de culturas, fueron cultivando este maíz y ha producido una diversificación enorme.

Hay cientos de razas de maíces que llegaron hasta nuestros días. Más de 300 razas de maíz. Por ejemplo en México hay clasificadas 65 razas, en Bolivia 77, en Perú 66, en Brasil 44, y en Argentina aunque no se conozca demasiado, hay 47 razas de maíces nativos. Lo que permitió que todas estas cientos de razas de maíces lleguen hasta la actualidad, fue esta práctica cultural e intergeneracional de productores, que el agricultor conserve su propia semilla y la siga reproduciendo en su campo año tras año. Hubo en el siglo XX cambios muy grandes con respecto a esto. Uno de los cambios más influyentes que fue en contra de esta práctica, fue el advenimiento de los maíces híbridos. Se empezó a hablar de híbridos a principio del siglo XX. Shull, un investigador de Estados Unidos fue el primero que habló de vigor híbrido en maíz. El maíz es una planta que se multiplica por fecundación cruzada, se mezcla el polen de todas las plantas; y lo que descubrió Shull fue que si en lugar de dejar que todas las plantas se crucen libremente entre sí, se forzaba la autofecundación, al forzar la autofecundación lo que empezaba a aparecer era como una depresión por endocría, las plantas eran cada vez más débiles, pero llegaba un punto que todas las descendencias de esas plantas era idéntica; plantas más chicas, más débiles, pero todas idénticas. Genéticamente idénticas, una igual a la otra. Esa depresión de endocría no era nada beneficioso, pero otra cosa que descubrió Shull es que si se cruzaba dos de esas líneas puras distantes genéticamente, el producto de esa cruza tenía mucho más rendimiento que la población original. A partir de ese descubrimiento se empezaron a desarrollar todas las líneas de híbridos que tuvieron un crecimiento exponencial a lo largo del siglo XX. Ahora, a diferencia de las poblaciones anteriores, los híbridos no podían volver a ser generados por los productores, entonces una vez que sembraban híbrido, la siguiente generación perdía esa capacidad de rendir mucho más que la población original. Entonces el productor se veía forzado a comprar nuevamente el híbrido. A partir de los años ’30, empezó todo el proceso en Estados Unidos, acá llegó 30 años más tarde, más o menos en la década del ’60, se empezó a desarrollar más fuertemente en Argentina; pero ese proceso finalmente inundó a todo el mercado. Entonces hubo una interrupción de ese proceso que se dio durante milenios, de que el agricultor conserve su propia semilla. Eso por un lado tuvo un efecto muy fuerte en la conservación de la propia semilla, los encargados de garantizar que la semilla pase a la siguiente generación, dejaron de ser los propios agricultores y empezaron a tener un rol mucho más fuerte los mejoradores y en particular las empresas dedicadas al mejoramiento genético vegetal, que en los últimos años y ya en siglo XXI, fueron concentrándose cada vez más fuertemente hasta llegar a menos de 5 empresas transnacionales que controlan casi toda la producción de semilla industrial. Esto tiene una incidencia muy fuerte sobre la diversidad. Dentro de estas semillas que se producen comercialmente no están estas ciento de razas de maíces nativos y se maneja por lo general dentro de un pull genético limitado, que se va incorporando nueva genética para tratar de generar más variación.

Otro cambio importante que hubo en la tecnología con respecto a los maíces, fue a mediados de la década de los ’90 que se desarrollaron y se liberaron por primera vez en Estados Unidos, maíces transgénicos, con dos transgenes en particular. Uno es la resistencia al glifosato, que le da resistencia a un herbicida que mata a todas las especies vegetales, salvo a las que tienen el gen de resistencia, y el Bt que sirve para control de lepidópteros, que es una proteína que produce unos microcristales que los lepidópteros, las orugas al ingerirlo, al comer esa planta, se destruye su aparato digestivo, entonces controla los lepidópteros. Esto más allá de las implicancias a la salud y las implicancias ambientales, porque todo este paquete tecnológico está asociado con el uso de agrotóxicos que está bastante probado que es muy perjudicial para la salud, pensemos que hasta la Organización Mundial de la Salud salió a hacer declaraciones al respecto, lo que hizo este paquete tecnológico fue poner un cerco aún más grande en la propiedad de la semilla, porque todas estas tecnologías están asociadas con patentes, y patentes cada vez más restrictivas en todos los países. Esto va de la mano de los intentos de modificar la Ley de Semillas que se está dando hoy en nuestro país. Otro cambio clave que se fue dando en este proceso es que el maíz dejó de ser un cultivo para el consumo humano, pasó a ser preponderantemente utilizado para consumo animal o para la industria, o para ser biodiesel, que son usos que originalmente el maíz no tenía. Por eso esto también va de la mano de la pérdida no sólo de la diversidad genética sino de una diversidad cultural y una riqueza cultural muy grande se está perdiendo.