NATURALEZA HUMANA – Mónica Müller


La industria farmacéutica y los efectos adversos



Mónica Müller es médica y ex-directora creativa de publicidad. Autora de Secuelas; Pandemia: Los secretos de una relación peligrosa; Sana sana: El negocio de la enfermedad, entre otros libros. – www.elcohetealaluna.com/author/monica-muller


Se ve en la práctica permanentemente cómo está el mundo, cómo están las personas, absolutamente empapadas de la industria farmacéutica. La industria farmacéutica es la más grande, la más poderosa del mundo, más que el negocio de las armas y de las drogas ilegales. Y a mis pacientes, el consejo que les doy es que estén alerta, no se traguen todo lo que les dan para tomar. Estar alerta, no quiere decir no tomar medicación. Antes de meterse un comprimido decir “¿lo tengo que tomar?, ¿para qué es esto?, ¿para qué me lo recetaron?”. Preguntarle al médico, porque el dueño del cuerpo de uno es uno mismo, no el médico. Y en realidad parte de mi práctica médica consiste en ayudar a la gente a desaprender lo aprendido y aprender algo nuevo. Sobre todo les digo, aprender a enfermarse. Enfermarse es parte de la vida. No hablo de enfermarse gravemente, estoy hablando de lo que es el 90% de las consultas en un consultorio clínico: resfríos, gripes, dolor de garganta, dolor de cabeza, erupciones en la piel. Es muy notable como estamos todos educados cuando tenemos un síntoma, no preguntamos más qué debo hacer, sino, qué debo tomar. Es muy común que llame un paciente y diga “¡¿qué tomo?!, me duele la garganta, ¡¿qué tomo?!”, y yo le digo “espere, pregunte qué hago”. Hay muchísimas cosas para hacer en general. O por ejemplo tengo colesterol alto. ¿Qué hago?, no qué me tomo. Camine, coma bien. Enseñar a comer bien a la gente. Es otra responsabilidad de los médicos, y lo hago siempre que puedo y todo lo que puedo, y los pacientes lo reciben con mucho interés. Es fundamental. No hay salud si uno come mal. Es muy difícil en la situación actual del mundo y en Argentina en donde hay prácticamente cero control. Pero es muy notable como con actividad física natural, caminar, no digo ir a un gimnasio y hacer pesas, con caminar y comiendo bien, como puede cambiar todo.Toda la salud de una persona y por supuesto su inmunidad también.

Con respecto a la medicación, cuando se habla del exceso de medicación, enseguida los médicos sobre todo dicen: “Bueno, el problema es la automedicación”, y ahí yo como ex publicitaria digo, “no existe la automedicación”, nos medica el televisor. Uno prende el televisor y el 30% de los avisos son de medicamentos, y la promesa es “¿Se siente mal? Tómese esta pastilla y salga a trabajar, salga a jugar, salga a bailar”. Hay como una imposibilidad de decir “Estoy enfermo, me tengo que quedar en mi casa, quieto, comer bien, tomar mucho líquido y esperar a que mi cuerpo luche contra esta gripe o lo que fuera”. Entonces se ve claramente cómo todo el mundo está haciendo lo que le dice el televisor.

Entonces por un lado tenés el factor publicitario, la televisión, y por otro lado está el factor médico. Los médicos medican mal. Indican cualquier cosa. Y estoy segura que ellos mismos como médicos saben que no deben recetar de esta manera, por ejemplo, antibióticos para virus. Si una persona tiene una gripe, no debe tomar un antibiótico, porque cualquier estudiante en primer año de medicina aprende que los antibióticos matan bacterias, no virus, y las gripes son virales. Dar antibióticos preventivamente, es una conducta médica que es mala praxis. No se debe dar un antibiótico si no hay una bacteria demostrada. Entonces la gente aprende de eso y la gente hace lo que el médico le enseñó y lo que el televisor le dice. Por ejemplo, personas intoxicadas con ibuprofeno, y cuando se les dice “¡Pero cómo! ¿Por qué tomaste tanto ibuprofeno”, te responden “pero si es de venta libre, no hace mal”. Es la publicidad que les dice que esto es de venta libre, tómelo y va a ser feliz.

La industria está medicando a la gente. La gente no se automedica, la gente hace lo que aprendió de los que se suponen que saben. Eso para mí es un tema central porque esto de decir “el problema es la automedicación”, es poner la culpa en el paciente, cuando no la tiene el paciente. El paciente aprende de lo que le dicen. Después con respecto a los antibióticos que estaba diciendo, la Argentina es uno de los pocos países donde los antibióticos son de venta libre. A la gente le duele la garganta, va a la farmacia y compra amoxidal, optamox, lo que le parece, lo último que le dieron, o lo que les parece que se adecua a ese caso, ¡es una locura! Hay un antibiótico para cada cuadro, para cada bacteria. Entonces en la farmacia le venden el antibiótico alegremente y lo toman. Y de repente no toman durante siete días o 10 días o 5, sino 2 días. Se les va el dolor de garganta, se les va porque era una virosis y se les fue el dolor de garganta. Y están haciendo lo que se hace en los laboratorios para crear bacterias multiresistentes o más poderosas. Es decir, con dos días de antibióticos matan las bacterias más débiles y las más fuertes, no sólo los virus, quedan con el campo libre para hacer lo que quieren, porque al tomar un antibiótico uno mata sus propias bacterias, su microbiota; y las bacterias mucho más fuertes se reproducen mucho mejor. Así es como se ha logrado en las comunidades bacterias resistentes a todo. Ya hay varias bacterias resistentes a todo, entonces con esta conducta nefasta, con el uso desmedido de antibióticos, estamos volviendo a la era pre-antibiótica, en la que una persona se puede morir por una infección urinaria o por una muela infectada, o por una herida en la piel. Hay una enorme dificultad de las personas en comprender esto. Y también es porque los médicos actuan de esta manera. Porque al nene le duele la garganta, lo llevan a una guardia y el médico receta: “optamox y amoxidal”, dos antibióticos. ¡¿Para qué?! No hay bacterias. Enferman a los chicos, los enferman. Y los grandes hacen lo mismo. Entonces acá ocurre esto. En otros países como en Estados Unidos, uno no puede ir y comprar un antibiótico, tiene que llevar la receta médica por duplicado y el responsable es el médico, por haber recetado ese antibiótico. Acá no hay la menor responsabilidad.

Otro grave problema son las farmacias boutique, es decir, Farmacity. En las farmacias, no en Farmacity, en las farmacias que no son kioscos gigantes, hay un técnico, un farmacéutico responsable. Como hay en la provincia de Buenos Aires, donde Farmacity por ahora no entró. Lo que hay es una persona que estudió, es un bioquímico, es un farmacéutico, y dice “no, espere”, escucha lo que pide la persona y por qué se lo va a tomar. O por lo menos debería ocurrir eso y sé que ocurre con frecuencia.


Con respecto a la protesta que hubo hace unos años, sobre la barbaridad de vender remedios en los kioscos, resulta que se van a vender sólo en las farmacias, y termina siendo una hipocresía total. Lo único que hicieron fue crear enormes kioscos, que fue Farmacity, con una farmacia en el fondo donde no hay nadie que se ocupe de ver qué está comprando el paciente. Simplemente cambiaron la proporción, es más kiosco que farmacia, pero es lo mismo. La gente entra, compra papel higiénico, perfume, crema para las manos, un antibiótico… Eso también es un mensaje, es el consumo. El medicamento termina siendo un producto de consumo. Esto está en consumo como el collarcito, la media de color. “Compre esto”. La vitamina, todo igual. Es perverso. Es un sistema realmente muy perverso. El medicamento debería ser una súper especialidad, vendida solamente por personas que saben. No debería haber publicidad de medicamentos. Me parece una perversión. No tiene que haber publicidad de medicamentos, ni siquiera los de venta libre. Porque ninguno debería ser de venta tan libre como para uno vaya y elija lo que le parece y se lo tome. Porque cada medicamento químico tiene su efecto, pero tiene su efecto adverso potencial. Todos lo tienen.