NATURALEZA HUMANA – Pedro Moreno


El crecimiento infinito en un mundo con límites



Pedro Moreno es comunicador. Columnista de opinión del diario La Nación. Conductor del programa Integrantes de la emisora porteña AM 1220 – www.ecomedios.com – programa.radial.integrantes@gmail.com


Si alguien piensa que se puede crecer infinitamente en un planeta que no es infinito, está loco, o es economista.
Algunas disyunciones son excluyentes; este no sería el caso, ya que los economistas sin duda están infinitamente locos… y nosotros, que les creemos, evidentemente también. Bueno, la locura de la sociedad contemporánea tiene infinitos síntomas. No por nada hace medio siglo el genio de Quino se preguntaba, a través de Mafalda, si Dios habría patentado la idea del “manicomio redondo”. ¿Hasta cuándo seguiremos con la ilusión de que el infinito consumismo equivale a infinita felicidad, que el infinito progreso es sinónimo de infinito bienestar, y que el infinito desarrollo tecnológico asegura infinita confortabilidad? ¿Y qué decir de la necedad de que el infinito dinero neutraliza infinitamente nuestras incertidumbres y vulnerabilidades, que el infinito individualismo nos garantiza infinitamente nuestra conveniencia, y que la infinita evasión de lo esencial nos ofrece una infinita liviandad para andar por la vida? ¿no habrá llegado la hora de terminar con la ceguera de considerarnos ajenos a la infinita pobreza, a las infinitas desigualdades y a las infinitas injusticias? ¿Acaso no deberíamos superar ya mismo la negación que supone sentirnos inmunes a la infinita contaminación ambiental, a la infinita depredación planetaria y al infinito calentamiento global? Einstein decía que hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, pero que de lo primero no estaba seguro. En fin, cabe preguntarnos si no son nuestros infinitos miedos los que nos hace ver y hacer todo infinitamente al revés, a partir de estar transitando una infinita crisis existencial y espiritual. Los que somos infinitamente optimistas apostamos a nuestra capacidad de transformar esta realidad infinitamente absurda, es decir, confiamos infinitamente que podemos encarar el desafío de hacer un mundo nuevo, en el que se iría consolidando una civilización de infinito amor. Amor en sus infinitas versiones y plasmado en infinitas acciones tan infinitamente concretas como positivas. Así, seremos ciudadanos infinitamente comprometidos, exigiendo políticas públicas orientadas hacia la equidad y la sustentabilidad; seremos consumidores infinitamente responsables, siendo fieles a la agroecología y las ecoenergías, adoptando la austeridad y la eficiencia, y seremos inversores infinitamente conscientes, prestándole nuestros ahorros directa o indirectamente a productores sustentables. En definitiva, nos sentiremos infinitamente parte de un todo y comprenderemos infinitamente que el mejor camino a recorrer es el del bien común… ¡Eso sí que significaría haber crecido infinitamente!